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El Primer Periodico Independiente
del Rincon Mas Bello y Mas Verde del Ecuador
Yo también tuve una madres
By Los Editores

YO TAMBIÉN TUVE UNA MADRE

Matílde Abigaél Pavón Batallas, se llamaba
La mujer negra que me trajo a este mundo,
Discapacitada y sordomuda, era la pobrecilla.
No podía pronunciar su nombre, tampoco decirme… ¡Mi hijo!
Tal fatalidad impedía su comunicación oral.
Pero sabía que yo era su hijo
Cuando reclinaba su cabeza sobre mi pecho
Y, cariñosamente, apretaba mi cuello para rozar
Su rostro negro sobre mi rostro mulato.
Desde mi nacimiento hasta mi sexto año de edad
Crecí al amparo de mis benéficos abuelitos:
José Virgilio Pavón Vinueza y Carmen Amelia Batallas Ortega.
Como dicen por ahí: Los buenos se van o se mueren… ¡Fallecieron!
Perdí mis abuelitos y mi madre perdió sus padres.
Madre e hijo quedamos al amparo de mi tía solterona… ¡Olimpia!
Quien había despreciado el matrimonio por amor:
A sus padres, a sus hermanos y a su sobrino.
Así, fui creciendo en medio de rosas y espinas,
Más espinas que rosas,
Hasta que ingresé a la escuelita de mi pueblo natal… ¡Apuela!
A donde acudía desde mi sector de nacimiento… ¡Cristopamba!
Terciado una funda de tela y en cuyo fondo
Una pizarra y un lápiz de piedra.
Con mi calzón parchado y mis pies descalzos
Me dirigía al plantel educativo primario… ¡Francisco Javier Endara!
Compañeros y compañeras, aunque no todos ni todas,
Me daban la bienvenida… ¡Eleeé!... ¡llegó el hijo de muda!
Era el singular, el único que seis años tuvo, tuvo que soportar tal ignominia.
 Mi madre, también sufría otro tanto
Cuando mi segunda madre, mi tía,
Cogía mi calzón derrandado  y golpeaba el rostro de mi madre
Y, con voz imperativa y colérica, decía:
¡Toma!... ¡muda vaga, cosé el calzón de tu guagua!
¡Vos le pariste!
Reprochando con su mímica, buscaba el remiendo
Y, una vez que ya ensartaba el hilo en la aguja,
Empezaba a parchar, dando las primeras puntadas
En mi humilde vestimenta.
¡Qué inolvidables recuerdos!
Cuando, sin comprender su mímica, me preguntaban:
¿Qué dice tu mamá?... ¡Yo no la entiendo!
Cual un experto traductor, al instante daba su respuesta.
Así pasaban los años, sólo iban quedando los recuerdos
De mi niñez, mi adolescencia, mi juventud y de mi madre,
Hasta que, a sus ochenta y uno años de vida,
Se despidió de este mundo y de su único hijo: César Gilberto.
Y, aunque digan que el pasado queda atrás,
Cuando oigo hablar de otras madres
Muy complacido lo digo:
Yo también…tuve una madre.

César Gilberto Pavón


Nota: Este poema es parte de la historia de mi vida. Lo escribí como un homenaje póstumo a mi madre, a mis abuelitos y a mi tía quien hizo un esfuerzo durante su vida para que este humilde servidor se defienda en la vida al menos con el abecedario y las cinco vocales.