Periódico
Íntag
El Primer Periodico Independiente
del Rincon Mas Bello y Mas Verde del Ecuador
Trámites, impuestos y pagos
By Los Editores

LOS COSTOS DE LA MODERNIDAD

TRAMITES, IMPUESTOS, PAGOS: UN

CÍRCULO VICIOSODE NUNCA ACABAR

Antes la calidad del trabajo se medía por los servicios y productos entregados, o por las propuestas elaboradas. Ahora se hablan de la eficiencia y la eficacia, y estas se miden por la cantidad de impuestos pagados o la cantidad de facturas que somos capaces de recaudar o emitir. Así las cosas se complican. Cuando uno tiene un sueño, pero para hacerlo realidad hay que pedirle permiso a medio mundo y pasarse la mitad del tiempo consiguiendo y dando facturas, retenciones, comprobantes, etcétera, etcétera, etcétera, el tiempo no alcanza. Ahora, la regla general es desconfiar. Tildarles de evasores y hacerles sentir culpables a los y las contribuyentes por no conseguir la factura de las cebollas que compraron en la feria. Lo que es más, se supone que el pago de impuestos sirve para mejorar los servicios ero, para colmo, la carretera sigue pésima, la luz se va a cada rato y nos pasamos semanas enteras sin líneas telefónicas y los usuarios no reciben ni un disculpará.
Además, para la mayoría de trámites hay que salir a las ciudades, entregar una cantidad de papeles e invertir un montón de tiempo y dinero. Cosas que a la mayoría de organizaciones, más bien, le hacen falta. Pero, por todos los trámites, ¿no nos dan factura? Sin embrago, son importantes porque entramos en el mundo de la legalidad, de la modernidad.
En la zona rural, conversar con el vecino, fiarle a la tendera de la comunidad, cambiar papas por aguacates es normal. La vida es más tranquila. No hay que estar contando los segundos en un reloj último modelo o lidiando con el tráfico insoportable de las ciudades. Sin embargo, los servicios y la educación aún dejan mucho que desear. La forma de salir adelante, en gran medida, ha sido gracias a la organización de la gente. En Íntag, por ejemplo, grupos de personas se han organizado por fines específicos: crear una microempresa para producir esencias, artesanías, jabones; promover el cultivo de café orgánico; y, así por el estilo. Estas actividades son dignas de aplauso pero sus fines a veces se ven ensombrecidas por que los altos y complejos costos de la modernidad. El afán de control también ha desviado la atención: en vez de pensar en la gente terminamos pensando en los números.
Los costos de la modernidad hasta nos están quitando la identidad. Ahora resulta que el trueque se va a acabar. No podemos darle facturas, retenerle el uno por ciento por no sé qué cosa, el cien por ciento de no se qué otra cosa a la comadre con la que cambiamos camotes, papas y habas por cañas, aguacates y limones. Según el Estado, el Servicio de Rentas Internas (SRI) y otras instituciones burocráticas, estamos cometiendo actos ilegales, evadiendo impuestos. ¿Será ilegal, o será injusto?
Ahora también vamos a apoyar a los grandes empresarios y, aunque hasta sin quererlo, quitarles trabajo a los pequeños productores que se dedican al comercio justo, sano y soberano. Pues si la señora que teje en cabuya, el agricultor que vende choclo o el vecino que nos hace las carreras por caminos infernales no tienen facturas, no van a poder ser contratados pues están cometiendo actos ilegales. Entonces, como necesitamos el famoso papelito, la retención y la copia de no sé qué cosa, resulta que ahora vamos a terminar comprando en los grandes supermercados y contratando  empresas textiles que explotan a sus trabajadores. Las grandes multinacionales también se benefician de la modernidad.
En cambio, las organizaciones de base y las fundaciones sin fines de lucro están amenazadas por los engorrosos trámites. Dependen de los contadores, y tienen que gastar tiempo y dinero para no ser tildadas de ilegales e irresponsables. Además, y ahora, el Gobierno puede  cerrar a las organizaciones por no cumplir con los fines y/o comprometer los intereses del Estado. El problema es: ¿quién define si compromete o no los intereses del Estado? El mismo Gobierno.
Este es un círculo vicioso de nunca acabar. La intención no es hacer trampa. Estamos de acuerdo con el espíritu general de ser justos, cumplir con los deberes y responsabilidades, de no desviar fondos o maquillar ingresos. Con eso, sin duda que concordamos. Pero a veces los trámites, los impuestos y los pagos son tan complicados que muchos se pierden en medio camino.