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El Primer Periodico Independiente
del Rincon Mas Bello y Mas Verde del Ecuador
Prohibido cometer errores
By Simon Lindenberg

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La gente está furiosa. Unos se quejan de que no les hayan atendido, otros dicen que les dieron medicamentos inapropiados y muchos coinciden en decir que el bebé murió por la culpa de los médicos. ¿Son justas estas quejas?
La situación no es fácil para las y los médicos en el Sub Centro de Salud Apuela (SCS) durante estas semanas, ya que se ven confrontados con personas que muchas veces no son muy comprensivas. Las personas que integran el equipo que atiende son: la doctora Pilar Muthre, directora de Salud para la Zona; las doctoras Daniela Guevara y Mylenne Hurtado, jóvenes recién salidas de la Facultad de Medicina quienes están haciendo su año de servicio rural; el doctor Luis Cadena, quien viene de Vacas Galindo para ayudar donde sea necesario; las tres enfermeras y la enfermera auxiliar.

Montón de trabajo, poco personal, ambulancia a medias
A pesar de que trabajan más de lo estipulado en sus contratos, hay veces que ni esto es suficiente, según la doctora Muthre. Cada día vienen entre 25 y 30 pacientes al SCS y al mes hay que atender entre 37 y 40 emergencias. La mayoría del tiempo una sola doctora atiende. Las personas que acuden al SCS quieren ser atendidas sin demora alguna. Según la doctora Muthre, muchas personas que dicen no haber sido atendidas no han esperado porque se fue el carro antes de que les tocara el turno. La doctora Daniela Guevara opina que es mejor atender bien a cada paciente antes que a medias. En otras palabras, existen dos problemas relacionados: la falta de personal por un lado y, por otro, la falta de tiempo por parte de las y los pacientes.
Asimismo, hay personas que insisten que no les hayan llevado en la ambulancia al hospital de Cotacachi. Esto, aclara la doctora Muthre, sólo se hace en casos de emergencia. Añade que mucha gente no sabe qué, exactamente, es una emergencia. Las y los únicos pacientes que pueden ser tratados de emergencia son mujeres que están por dar a luz, personas intoxicadas y víctimas de accidentes. Nadie más tiene el derecho de ser trasladadas al hospital en Cotacachi en la ambulancia. Algunos vienen después de haber sufrido dolores durante unos días e insisten en que les consideren casos de emergencia. Pero no lo son, y tienen que viajar en bus o en carro privado. Otro problema es, según la doctora Muthre, que el chofer trabaje solamente cinco días por semana. Y, de vez en cuando, se ocupa la ambulancia en Cotacachi. Cuando esto ocurre, puede haber casos de emergencia que tienen que buscar otro medio para llegar al hospital. Todo esto deja inconformes a las personas afectadas.

¿Quién tiene la culpa?
Tanto las y los doctores como las otras personas que trabajan en el SCS tienen que seguir las normas establecidas por las autoridades del hospital de Cotacachi y el Ministerio de Salud Pública (MSP). Dichas normas indican lo que se puede y no se puede realizar en un subcentro de salud como el de Apuela (ver recuadro, página___).
Aparte de que el presupuesto impide que el personal realice ciertos tratamientos en el SCS, existen otros obstáculos. Existe el equipo de quirófano completo, pero no se puede operar a nadie en Apuela porque no hay un cuarto apto para instalar la maquinaria ni los técnicos que sepan manejarla. La misma situación se aplica al laboratorio: mientras existen todos los instrumentos para armarlo, faltan técnicos. Tampoco se puede hacer una ecografía o una radiografía. Y esto se debe a que lo que existe en Apuela es un Sub Centro de Salud, no más, en donde no se permiten estas actividades.  En vista de las falencias indicadas, las doctoras pueden examinar al paciente palpándole la parte que le duele, observando los síntomas visibles y escuchando lo que le explica la persona enferma en cuanto a síntomas. No existe la posibilidad de confirmar, descartar o ampliar una diagnosis mediante exámenes que dependen de la tecnología mencionada. 
La doctora Muthre es la única miembro del equipo del SCS que tiene años de experiencia. Las otras médicos, como mencionamos, están haciendo su año rural. Muchas veces tienen que trabajar solos, sin el apoyo de profesionales más experimentados. La doctora Muthre afirma que, mientras sería bueno tener personal con más experiencia, sus jóvenes colegas saben distinguir la gravedad de las situaciones, y si es necesario, trasladan a las y los pacientes a Cotacachi o, en casos más graves, a Ibarra.

¿Qué pasó con el bebé?
Sin embargo, hay situaciones imprevistas y difíciles, según constata la doctora Muthre. Y a veces, no hay cómo resolverlas. En el caso del bebé que murió un lunes de marzo en Apuela, no había cómo salvar al recién nacido: durante el parto, aspiró líquido amniótico, lo que causó la asfixia del pequeño. En ciertos casos, casi es imposible evitar que el bebé se trague el líquido. Y una vez que lo tenga en sus pulmones, es necesario trasladar al recién nacido inmediatamente a terapia intensiva, cosa que no hay en Íntag, y que no habrá durante mucho tiempo.
Aunque sea difícil para mucha gente aceptar, en el caso del fallecimiento del recién nacido, no hay culpables. Las dos doctores presentes en el momento hicieron todo lo posible para reanimarlo. Su única salvación habría sido nacer en un hospital bien equipado en Quito, según la doctora Muthre.

La estadística manda
La doctora Muthre quisiera mejorar la situación en el SCS. Pero ella no es la que manda. Mientras no haya una cierta cantidad de personas que necesitan ser operadas en Apuela, no habrá técnicos y tampoco un quirófano. Mientras no haya una cierta cantidad de personas que necesitan hacerse exámenes en Apuela, no habrá laboratorio: “Todo depende de la estadística, esta manda todo”, dice la directora del SCS.
A pesar de las numerosas limitaciones, el SCS sigue adelante poco a poco. Hay un club de gente mayor que se reúne el último sábado de cada mes (ver página XXX), y hace poco se inauguró un servicio para mujeres embarazadas quienes pueden realiza sus chequeos en el SCS un viernes por mes. Las muestras se llevan a Cotacachi y el lunes están los resultados en Apuela.
En cuanto a las quejas de la población inteña, la directora Muthre dice que todas y todos los empleados del SCS Apuela hacen el mayor esfuerzo para hacer un buen trabajo, el personal ha tenido la formación necesaria para los desafíos en el Sub Centro.
Pero de igual manera, por más doctora que sea una profesional de la Salud, sigue siendo un ser humano, como todos los demás.
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Una reflexión:

Sobre mini hospitales, presidentes, errores y sabios

Mary Ellen Fieweger

¿Y dónde está el mini hospital que nos prometió para la Zona? Durante los tres períodos del ex alcalde Auki Tituaña se avanzó bastante en el tema: se construyó el nuevo edificio (donde funciona el Subcentro de Apuela), se gestionaron los equipos necesarios para subir el Subcentro a la categoría de Centro de Salud –o minihospital– y llegaron a trabajar en la Zona médicos cubanos, así llenando bastante el vacío en cuanto a personal preparado. Todo esto dentro de la descentralización de la salud y otros servicios en marcha durante ese tiempo.
Entonces, ¿qué pasó? Lo que pasó es Rafael Correa. Al llegar a la presidencia, el actual jefe de Estado y sus huestes iniciaron la re-centralización de servicios básicos, entre estos, la salud y la educación. Como consecuencia, el alcalde actual, incluso si tuviera el afán de dotar a la Zona con un abanico lo más amplio posible de servicios de salud –y no existe razón para pensar que no tenga dicha voluntad– no podría en vista de las reglas de juego impuestas por el Gobierno actual.
Como resultado de estas reglas, la salud en el país es un sector de contrastes pronunciados. Por un lado, el Gobierno ha inyectado considerables recursos en el sector. Y, en teoría, “la salud ya es de todos”. Pero solo en teoría. A pesar de la emergencia declarada hace tiempos en el sector, la situación en muchos lugares es lamentable: la demanda excede la oferta, en términos tanto de personal como de infraestructura e insumos. Cada día salen en los noticieros y en las conversaciones entre vecinos, colegas, comadres, familias anécdotas como éstas: que no existen insumos tan básicos como aspirina en tal o cual hospital, que es imposible conseguir una cita para consultar a un médico en el hospital del IESS, que un pobre mayor ha tenido que esperar más de un año para que le operara la próstata por falta de una pieza para un equipo que ya no se fabrica pero que en el sistema de salud estatal del Ecuador se sigue utilizando.
Tal vez lo más desgarrador es la situación de los pacientes más indefensos: los recién nacidos. En este tema ha habido una verdadera tormenta de malas noticias en los últimos tiempos. Hace unos meses se denunció que en el hospital de Santo Domingo de los Tsáchilas, los bebés eran llevados de la sala de parto a descansar en cajas de cartón o, en el mejor de los casos, en lavacaras de plástico. Poco después, se denunció que en el hospital de Ambato, las cunas tienen más de medio siglo y ya no funciona el aparato que debería entregar oxígeno a los pequeños seres con deficiencias respiratorias. Más tétrico aún es la tasa de mortandad de infantes en algunos centros de salud a cargo del Estado. El caso más reciente es el de Guayaquil, donde en febrero murieron por lo menos cinco bebés en pocos días ya no debido a la falta de equipos sofisticados o muebles esenciales o medicamentos básicos, sino por crasos errores humanos y una irresponsabilidad espeluznante en temas tan básicos como la limpieza.
Pero incluso en los centros de salud equipados con tecnología de punta, con profesionales con larga experiencia graduados de las facultades de medicina más exigentes del mundo, se cometen errores. Un estudio hecho hace unos cinco años en los Estados Unidos señala que en los hospitales de todo el país los errores evitables cometidos por profesionales causan la muerte de casi dos cientos mil pacientes por año.
Para el Ecuador no existen cifras al respecto. Lo que no quiere decir que no haya muertos por errores evitables. De hecho, y como dice el dicho: “Errar es humano.” La segunda, y más importante, parte del dicho reza así: “Corregir es de sabios”. Pero para ser sabio, hay que aprender de los errores. Y para aprender de ellos, primero hay que reconocerlos, una virtud que nos hace muchísima falta aquí en la Zona, en todo ámbito.