Me levanto temprano. Me baño. Voy a la escuela. Regreso a casa. Almuerzo. Hago los deberes, copiando una plana entera de un cuento que la profesora me obligó a leer. Veo una novela. Meriendo. Me acuesto. Lo mismo, todos los días. ¡Qué aburrido!
Por eso mi pasatiempo favorito es viajar. ¡No creas que es una actividad cara o peligrosa! De hecho, es lo más fácil y lo más barato que hay: cierro mis ojos y emprendo el viaje. He visitado los lugares más remotos de nuestro planeta ¡y hasta otras galaxias! ¡Conocí las profundidades de los océanos con sus peces siniestros, hice hombres de nieve en las cimas más altas del mundo, buceé con delfines y tiburones, corrí con elefantes y hablé con presidentes de países que ni siquiera conocía!
Algunos niños me dicen que estoy loco y no entienden por qué me gustan tanto mis viajes. Pensándolo bien, se me ocurre que no era así toda mi vida. Pero un día, cuando estaba jugando a los escondites con mis amigos, encontré un libro en una vieja casa abandonada. Su pasta estaba manchada y el título casi ya no se podía leer. Pero, de alguna manera, el libro me parecía algo muy valioso e interesante. Lo tomé, lo abrí y empecé a leer.
Me fascinó tanto el libro que lo seguía leyendo toda la tarde. Nadie me encontró en aquella casa. Cuando oscureció, no podía leer más, pues ya no veía bien las letras. Así que llevé el libro abandonado por mucho tiempo de aquella casa, y después de la merienda seguí leyendo un rato. Por suerte encontré ese libro. Luego estaba tan fascinado y quería leer más. Cuando fui a comprar otro libro, me encontré con un gran problema: era muy caro. Por otro lado, casi nadie tenía libros en casa que me podía prestar. Pero descubrí que había una biblioteca. Ahí, mi problema se solucionó.
Esta fue una nueva experiencia con la lectura, no como en la escuela donde nos hacen repetir, repetir, repetir. Desde que encontré casualmente aquel libro, leía todo lo que me caía en las manos: periódicos, libros de la biblioteca y hasta recetas... Descubrí un mundo increíble. Además de jugar futbol, correr y ver tele, me encanta leer e inventar cosas. Así he descubierto otra forma de divertirme.
Poco a poco me iba dando cuenta de que mi manera de pensar cambiaba. Ya no quería sólo copiar lo que estaba escrito en la pizarra ¡sino quería inventar cuentos yo mismo! Cuando teníamos que dibujar algo en la escuela, yo era el único que no copiaba a los demás, pues otras ideas me venían a la mente. Así entendí que podía solucionar mis propios problemas y no importaba si no pensaba igual.
Ahora he empezado a hacer estos viajes de los que te conté: cierro mis ojos y me voy a cualquier lugar que me convenga. De vez en cuando, cuento mis aventuras a mis amigos o a mis hermanos. A ellos les gustan mis historias. Pero les digo: ¡lo único que hay que hacer es buscar inspiración! Se encuentra en todos lados, no solamente en libros. ¿Has observado un hormiguero por una media hora? Piensa bien cómo viven las hormigas, por ejemplo. Se te ocurrirán montones de cuentos sobre la vida de este pueblo de criaturas diminutas. U observa el bosque durante una hora. Escucha el canto de todos los pájaros. ¿Qué pasa en el mundo verde de la selva? ¿Cuáles seres habrá entre todos los árboles?
Desde hace poco, hay una cosa que me gusta mucho en Pucará y Apuela: los Círculos de Lectores/Teatreros. Yo voy ahí para leer cuentos y dibujar, para hacer títeres y jugar, para divertirme con mis amigas y mis amigos, para inventar historias de aventuras. El único problema que tengo: algunos niños y familiares no entienden por qué me siento tan feliz. Por eso les animo a que vengan y vean ellos mismos qué cosas tan chéveres podemos hacer al leer y escribir.
Lo que más me gusta de los Círculos de Lectores/Teatreros es que ¡podemos programar todo nosotros mismos! Si tenemos ganas de hacer algo específico, lo proponemos y decidimos con todo el grupo. Ahora, por ejemplo redactamos un guión para una obra de títeres. ¡Ya tengo ganas de presentarla para que todos se den cuenta las cosas que podemos hacer!