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¿Existe la "buena minería"?
By Karen Knee y Nora Sinner

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¿Es posible tener una industria minera que desarrolle la economía de manera sustentable sin destruir la naturaleza? Éste fue el tema del taller “La Minería en el Ecuador: Potencialidades y Riesgos” llevado a cabo en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en Quito el 20 de octubre. Asistieron unas 60 personas: estudiantes, periodistas, funcionarios, ambientalistas y mineros. El foro fue el primero de una serie de eventos sobre la minería que tomarán lugar en Cuenca, Guayaquil y otras ciudades. Según Francisco Rohn, presidente del Consejo Superior de la FLACSO y moderador del taller, “El programa no quiere decir sí o no a la minería sino ponerla en debate académico”.  Con una cantidad suficiente de gente informada, se puede analizar el tema e influir la política, explicó.

 


“La maldición de la abundancia”
Alberto Acosta, profesor investigador de la FLACSO, presentó las consecuencias de una economía extractivista. Aunque todo el mundo depende de materias primas, la mayoría de los países especializados en exportar recursos naturales no logran un crecimiento económico, un fenómeno que el economista denomina “la maldición de la abundancia”. Sin infraestructura industrial, se termina exportando materia prima, como el petróleo, e importando productos manufacturados, como gasolina, a mayor precio. Como resultado, estos países se vuelven vulnerables a precios inestables, el agotamiento de los recursos no renovables y el reemplazo de puestos de trabajo con tecnología.
No obstante, el economista Acosta destacó que no se puede desconocer que hay recursos naturales en el Ecuador. Lo importante es usarlos de manera inteligente, analizando y asumiendo las desventajas en forma democrática.

La falta de información
“La minería es una actividad a corto plazo con impactos a largo plazo”, afirmó Pablo Duque. El jefe del Departamento de Geología de la Escuela Politécnica Nacional presentó los riesgos del sector. La búsqueda de minerales es costosa y difícil y el fracaso es la norma. Dos de cada tres yacimientos prometedores no son rentables. Se puede destruir la base económica de un lugar al sacrificar el paisaje natural sin proveer una fuente de ingresos.
El riesgo se aumenta por la falta de suficiente información geológica para la mayoría del Ecuador. En una entrevista con este medio, el geólogo explicó que compañías mineras inflan sus cifras para atraer el interés del gobierno, y el Instituto Geográfico Militar –que cuenta con sólo 30 técnicos– no tiene el personal para verificar los datos presentados por las empresas. Peor aún, no hay ninguna manera de castigar las compañías que difundan información no confiable.
 
El verdadero modelo canadiense

“En Canadá, la minería ha sido exitosa […]. Es una minería responsable, que cuida el
medio ambiente”. Así opinó el presidente Rafael Correa en su informe semanal del 21 de febrero de 2009. Pero el ambientalista William Sacher ofreció una imagen distinta del país líder industrial, en donde tiene su sede oficial el 60 por ciento de las empresas mineras del planeta. La mayoría de éstas se registran en Canadá, pero realizan sus actividades en otros países.
Aunque Canadá tiene fama de respetar los derechos humanos y el medioambiente, según el señor Sacher, la industria goza de tanta palanca que ha logrado la aprobación de leyes que privilegian a las empresas por encima de la protección ambiental y la libertad de expresión. Además, el gobierno financia la exploración minera, desarrolla áreas con presuntos yacimientos y no ejerce control fiscal. La población canadiense no ha beneficiado mucho del sistema, dijo. Los ingresos por impuestos mineros son bajos y las actividades mineras han causado conflictos sociales y contaminación en Canadá.

No quiere decir no   
Santiago Córdovez, director ejecutivo de la Cámara de Minería del Ecuador, habló sobre los alcances de la minería industrial. Explicó los estándares que se usan en el Ecuador para calificar recursos minerales y reservas. Son casi iguales a los que se usan en países desarrollados como Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. Al hablar de Junín, el director dijo que se cree que hay más cobre y molibdeno allá que en todos las demás concesiones ecuatorianas sumadas. Pero el recurso es inferido, o sea, hay bastante incertidumbre.
“La minería se ubica lejos de centros poblados, y no afectará áreas protegidos”. “La zona minera es la más monitoreada y conservada de la región”. “El agua que se usa, cuando vuelva a la naturaleza, saldrá en mejores condiciones”. Éstas fueron unas de las afirmaciones de la película proyectada por el señor Córdovez. La última provocó la risa del público.
Carlos Zorrilla le preguntó al ingeniero Córdovez la posición de la Cámara sobre la consulta previa. La meta del proceso es evaluar el riesgo, dijo. La compañía tiene que ofrecer una indemnización o compensación adecuada para convencer a la comunidad. Pero, “la consulta implica que si tienes una respuesta negativa, entonces no lo hagas. Si dicen no, al final del día, es no”.

Una defensa media rara
Jaime Jarrín Jurado, decano de la Facultad de Geología, Minas, Petróleo y Ambiente de la Universidad Central, defendió la industria minera. Detalló el sinfín de productos basados en materias primas necesarios para construir y amoblar casas, pavimentar carreteras, proveer luz eléctrica, elaborar computadoras, abonar cultivos, impulsar procesos industriales y mucho más. “Somos una sociedad hipócrita”, concluyó, porque decimos que no se debe extraer recursos, pero la demanda por aquellos productos y servicios sigue creciendo. Añadió que la minería puede apoyar el desarrollo del país, y que no es la única actividad que contamine el medio ambiente.
Los mineros artesanales en el sur trabajan en condiciones peligrosas e insalubres, apenas logran alimentar a sus familias y muchos no cumplen 40 años de edad, contó el académico. “¿Cómo podemos decir desde acá, de Quito, que esta actividad no va?”, cuestionó.

Un rendimiento decepcionante
Carlos Zorrilla, director ejecutivo de Defensa y Conservación Ecológica de Íntag (DECOIN), criticó la minería con un enfoque en la historia de Íntag. Para producir una onza de oro –lo que se necesita para fabricar un anillo– hay que procesar ocho millones de onzas de tierra y mena; esto equivale al peso de 250 carros.
El ecologista expuso las consecuencias que una mina de cobre propuesta ha tenido en las comunidades inteñas afectadas. La minería empobrece poblaciones, destruye ecosistemas, genera conflictos violentos y atropella derechos humanos. Y los beneficios llegan a muy pocas personas. En Íntag, dijo, los moradores entienden las consecuencias de la minería y han rechazado el modelo extractivista. Exigió que “nos deje desarrollar nuestro propio modelo”.

Un diálogo exitoso
Casi todos los participantes –tanto mineros como ecologistas– opinaron que el taller fue un éxito. “En mi opinión, fue una excelente conferencia”, dijo Michel Roland, geólogo que trabaja en la exploración minera en el Ecuador desde hace 45 años. Su compañero de trabajo, Edgar Pellajo, añadió que desde el diseño de un proyecto minero, hay que considerar los costos, inclusive el de la limpieza, y no meterse si no es rentable. Al ser preguntado si conocieron ejemplos de limpieza exitosa en sitios mineros, contestaron que trabajan en la fase de exploración.
El taller fue un primer momento de intercambio de opiniones, dijo Luis Corral, activista en la resistencia antiminera en la Cordillera del Cóndor. A Sophie Chapelle y Maxime Combes, periodistas franceses, el evento les ofreció una oportunidad para aprender más sobre la minería en el Ecuador. Y el señor Zorrilla, igual que los organizadores, espera que este esfuerzo despierte un gran debate sobre el tema.