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Funcionarios toman voto de silencio
By Los Editores

LA CAVERNA DE LA REVOLUCIÓN CIUDADANA

FUNCIONARIOS TOMAN VOTO DE SILENCIO

Imagina que toda tu vida has sido prisionero en una caverna. Tienes las manos y los pies encadenados, y la cabeza sujeta de modo que sólo puedes ver la pared que queda enfrente. Detrás de ti hay una llama, y entre ti y el fuego una pasarela por la que tus captores desplazan estatuas y todo tipo de objetos. Las sombras que proyectan en la pared estos objetos son lo único que tú y tus compañeros de cautiverio han visto siempre, lo único de lo que ustedes han hablado y en lo que han pensado.
Desde hace milenios, los filósofos han examinado la cuestión de la sociedad abierta, sus ventajas y desventajas. Entre los primeros estaba Platón de Atenas, autor del mito de la caverna, tal vez el más famoso de la filosofía occidental. El filósofo vivió en la Antigua Grecia hace unos 2500 años. Utilizó la caverna como una metáfora para explicar cómo pasa la vida la mayoría de personas. En vez de la realidad, captan sólo sombras de objetos, personas y acontecimientos.

Algunos poquísimos logran liberarse de sus cadenas y primero andan por la cueva para finalmente salir de ella. Platón describe lo que te pasa si estás entre estas personas afortunadas:

Aunque al principio el fuego te deslumbra, de forma progresiva vas reconociendo mejor la situación de la cueva y entendiendo el origen de las sombras que habías tomado por reales. Finalmente se te permitirá salir de la caverna y asomarte al soleado mundo exterior, donde verás toda la realidad iluminada por el cuerpo más brillante que hay en los cielos, el Sol.

El mero hecho de haber salido de la cueva y visto el Sol quiere decir que eres apto para ser líder. Pero es poco probable que alcances hacerlo puesto que éste es un destino reservado para un pequeñísimo grupo de sabios, hombres y mujeres que han pasado por un régimen rigoroso de educación y disciplina. Para la gente común y corriente, Platón tiene el siguiente consejo en cuanto a cómo vivir:

De todos los principios, el más importante es que nadie, ya sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie a permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer. Lejos de ello, así en la guerra como en la paz, todo ciudadano habrá de fijar la vista en su jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse, o comer… sólo si se le ha ordenado hacerlo. En una palabra: debe enseñarle a su alma, por medio del hábito largamente practicado, a no soñar nunca actuar con independencia, y a tornarse totalmente incapaz de ello.

Nadie acusaría a Platón de ser un hincha de la democracia. Ni el mismo Platón. Tenía la película muy clara: el anhelo más preciado de una persona común y corriente es quedarse contemplando y comentando las sombras de su caverna.

Dos milenios y medio más tarde, esto parece ser la convicción del Jefe de la Revolución Ciudadana.

Hace unas semanas, escuchamos la presentación a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por parte de un pequeño grupo de periodistas, de cómo el presidente Rafael Correa insulta y enjuicia a la prensa. Luego, presenciamos la patética presentación de los voceros del Gobierno, encabezados por el canciller Ricardo Patiño. La delegación oficial optó por no dirigirse al tema de la audiencia. Y se entiende por qué: los denunciantes llegaron con un video de pocos minutos cuyo protagonista es el mismo Jefe de Estado quien dirige un rosario de sus consabidos calificativos denigrantes a la prensa. Al no encontrar la forma de desmentir o defender a su Jefe, la delegación oficial optó por cuestionar la validez del foro, acusar a los periodistas de representar poderosos intereses económicos y presentarse como defensores del ciudadano común y corriente sin acceso a los medios privados. Y luego, el presidente Correa optó por desprestigiar a la CIDH. Su argumento: Los periodistas ecuatorianos se fueron a Washington a presentar su caso cuando Estados Unidos no ha firmado el Convenio Interamericano de Derechos Humanos. Tiene razón el Jefe de Estado. Pero el Ecuador sí, lo ha firmado y esto le obliga al Ecuador, no a Estados Unidos, a garantizar los derechos protegidos por dicho Convenio. Además, la Comisión tiene su sede en Washington, pero eso no quiere decir que pertenece a Estados Unidos. Es una entidad internacional y tiene que estar en alguna parte. La Unesco, entidad global que promueve la educación  y la cultura, tiene su sede en París pero no pertenece a Francia y la Federación Internacional de Fútbol, la FIFA, tiene su sede en la ciudad de Zurich y tampoco pertenece a Suiza.

Una vez más, el Gobierno ha recurrido a una táctica común entre gobiernos autoritarios: cambiar de tema cuando el que esté bajo discusión incomoda. Hay varias características más que señalan la existencia de un gobierno autoritario.

Primero, dicta la agenda de temas que se permite tocar y la forma de hacerlo. Esto hace el Gobierno semana tras semana, casi todos los sábados, los radioescuchas y televidentes que sintonizan la cadena sabatina se someten al discurso agresivo del Jefe de Estado frente a un público cuidadosamente seleccionado para asegurar que nadie se salga del guión preparado por los asesores. Y están, además, las cadenas nacionales hechas por expertos en el marketing, o sea, la venta de ideas.  

Segundo, enjuicia a los periodistas y cierra a los medios que se atreven a difundir una verdad que no sea la oficial, sobre todo si incomoda al régimen.

Y, finalmente, hace casi imposible que la ciudadanía tenga acceso a información, de cualquier tipo. Experimentamos esta situación a diario en la redacción del Periódico. Al plantear una pregunta a un funcionario, por más inocua que sea, la respuesta es: “No estoy autorizado a entregar la información que usted solicita”.

Un ejemplo: el Ministerio del Ambiente hizo una inspección en Los Cedros hace más de un mes sobre la tala ilegal de madera. Existe un informe. Pero pese a nuestros repetidos esfuerzos de conseguirlo, tanto por escrito como por cinco llamadas telefónicas, para poder compartir esta información con nuestros lectores, no lo tenemos. Y después de una primera conversación con el jefe de la oficina en Ibarra, la única persona con quién logramos hablar es su, y ella nos informa que no está disponible su jefe. Igual suerte hemos tenido al averiguar las razones por la presencia de militares en la Zona hace unas semanas. Nadie sabe nada y nadie sabe quién podría saber algo.

Hace un poco más de dos milenios y medio, otro griego, Pericles de Atenas, escribió estas palabras, que describen la quintaesencia de la democracia: Si bien sólo unos pocos son capaces de dar origen a una política, todos nosotros somos capaces de juzgarla.

Pero para juzgarla, primero se tiene que conocerla.

Nota de la editora: Las citas en letra cursiva son del libro 50 cosas

que hay que saber sobre Filosofía por Ben Dupré.