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SITUACIÓN ENERGÉTICA
By Mary Ellen Fieweger

El presidente Rafael Correa reconoce que fracasó en su ofrecimiento de poner fin de los cortes de energía eléctrica a partir del 15 de diciembre. En su informe sabatino del 19 de diciembre, el economista Correa dijo que los el Gobierno había hecho todo posible a fin de acabar con el racionamiento.

Sin embargo, existen voces que cuestionan esta aseveración, y las justificaciones ofrecidas por la crisis. Entre los escépticos están el economista Alberto Acosta y el doctor Arturo Villavicencio, autores de la Agenda Energética 2007-2011, elaborada cuando el economista Acosta era ministro de Energía y Minas.

Los culpables
En sus programas sabatinos, el presidente Correa ha señalado, en repetidas ocasiones, una larga lista de culpables por la crisis energética que el país vive desde el 5 de noviembre. Durante el programa dos días después del inicio de los apagones, responsabilizó al cambio climático, el nivel de vida de los Estados Unidos, los gobiernos anteriores y la crisis económica. 
Lo cierto es que la causa inmediata de los apagones es el caudal de la mayor central hidroeléctrica del país, Paute. En condiciones normales, esta central abastece el 35 por ciento de la energía eléctrica consumida en el país. Según el economista Correa, “el clima nos jugó una mala pasada”. Afirmó que el caudal de la central bajó a 25 metros cúbicos por segundo, por lo que estaba a punto de colapsar.
Señaló, además, la suspensión de operaciones de la Central Hidroeléctrica San Francisco y la suspensión de actividades, del 1 al 6 de diciembre, de una planta termoeléctrica en Guayaquil, que genera 130 megavatios. Por otro lado, Colombia, que solía proveer entre el 10 y el 12 por ciento de la energía consumida en el Ecuador ha interrumpido el suministro por una serie de razones.
Pero los culpables preferidos del Presidente son los gobiernos anteriores, quienes no hicieron nada para aumentar la oferta, y un estiaje fuera de lo común, cuya gravedad era imposible pronosticar.

Lo que no hizo este Gobierno
El economista Correa tiene la razón, pero sólo en parte, según sus críticos. Por un lado, las centrales Paute, Agoyán, San Francisco y Pisayambo representan el 88 por ciento de generación hidroeléctrica nacional y casi la mitad de todo el sistema. Todas estas centrales se ubican en la vertiente oriental de la cordillera y están afectadas por el estiaje de noviembre a marzo. Y para colmo, la San Francisco no ha funcionado durante ocho meses porque desde el momento en que “se prendieron los motores empezaron las fallas”; entre éstas, se fundió una turbina, según la periodista Cecilio Moreno. Como consecuencia, los responsables de la constructora Odebrecht fueron expulsados del país y está en marcha una reconstrucción que costará unos 30 millones de dólares y demorará hasta abril, por lo menos.
Lo que no ha mencionado el Presidente es que todos estos problemas ya existían o eran previsibles en agosto del año pasado cuando su entonces ministro de Energías Renovables y Electricidad, Esteban Albornoz, anunció lo siguiente: “Hemos trabajado con el fin de garantizar el abastecimiento de combustible durante la época de estiaje [para las centrales termoeléctricas]. No va a haber ningún problema. Además en la interconexión con Colombia tenemos dos enlaces que nos permiten una reserva adicional”.
El ex ministro pronunció estas palabras un mes después de que se sacara de operación la Central San Francisco y más de dos años después de la entrega de la Agenda Energética 2007-2011, que se publicó en julio del 2007. En este documento, el economista Acosta y el doctor Villavicencio pronostican la crisis actual, con todos los destalles, menos el día y la hora en que empezaría: “…el colapso del sistema de generación eléctrica ha sido evitado por la bondad del clima, por la energía proveniente de barcazas a precios especulativos, por la importación de electricidad desde Colombia a un costo oneroso y, en menor escala, por la empresa privada que, a pesar de los riesgos y la incertidumbre del mercado, ha desarrollado proyectos alternativos para asegurar el abastecimiento eléctrico de determinadas actividades productivas nacionales”.
El mismo documento detalla los problemas previsibles: las viejas centrales termoeléctricas que amenazan con colapsarse de un momento a otro, el hecho de que no entrarán en funcionamiento durante años las grandes centrales en marcha y la alta probabilidad de experimentar problemas con el suministro proveniente de Colombia. En vista de todo esto, los autores de la Agenda recomendaron la inmediata reparación de las plantas y la  diversificación de las fuentes de energía eléctrica.
En cuanto a la mala –y supuestamente imprevista–  jugada de la naturaleza, el ex ministro Donald Castillo dice que la gravedad del estiaje este año no debería haberle sorprendido a nadie: “Para este año ya se esperaba una estación extremadamente seca”.
Finalmente, Colombia ya no es la fuente de energía confiable de años anteriores. Los problemas con la guerrilla, la creciente demanda interna y el estiaje en el país al norte han coincidido para obligarle a interrumpir el suministro de energía al Ecuador. Algunos analistas señalan, además, las pésimas relaciones entre ambos países desde el bombardeo de la base de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en territorio ecuatoriano, por parte de las Fuerzas Armadas colombianas en marzo del 2008.

Nos viene encima la sordera colectiva
Analistas afirman que el país pierde 20 millones de dólares diarios debido a los cortes. Éstos han causado un caos total en el ya caótico tránsito vehicular de las ciudades grandes porque sin energía no hay semáforos. Ha provocado un sinfín de inconvenientes para estudiantes, profesores, trabajadores, comerciantes, empresarios, artesanos y amas de casa. Hacer un trámite, siempre una vía crucis, se ha vuelto una verdadera trauma porque nunca se sabe si habrá o no luz al tocarle a uno por fin el turno después de una espera eterna.  Encima de las pérdidas económicas, estos inconvenientes han aumentado el nivel de stress entre la ciudadanía, un problema de salud pública empeorado por el uso de plantas que generan energía a diesel y producen un ruido ensordecedor. Exposición a la contaminación a causa del ruido por largos períodos, además de stress, provoca sordera. Según la Organización Mundial de la Salud, el límite superior que un oído humano puede soportar sin experimentar daños es de 50 decibeles. Las plantas producen entre dos y tres veces este número de decibeles.
Se espera que el futuro nos traiga más luz. En el corto plazo, esto depende del clima en el sur del país. En el mediano y largo, depende de la eficacia con que el Gobierno actual ponga en marcha las centrales planificadas. Porque la demanda crece al ritmo de 150 MV por año. Pero para evitar situaciones como la actual, según la Agenda Energética, lo más esencial es la diversificación de las fuentes de energía eléctrica. Esto quiere decir que no se debe depender, exclusivamente, de las grandes centrales, como Paute, San Francisco y Coca-Codo-Sinclair, sino que se deben construir centrales medianas y pequeñas en todo el país, para que un daño en una central o un estiaje en una zona no afecten a todo el país.
Fuentes: “Ecuador: Admite el presidente Correa el fracaso frente al racionamiento eléctrico”, Argenpress, 22 de diciembre de 2009; “Sombras, nada más”, Cecilio Moreno Mendoza, Vistazo, 19 de noviembre de 2009, págs. 26-31.