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El legado tóxico de Texaco
By Allie Goldstein

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El “ToxiTour” es un paquete turístico que ofrece Esperanza Internacional. La ONG estadounidense lleva a los estudiantes a sitios afectados por actividades petroleras para que conozcan las consecuencias de la extracción de crudo que han tenido que asumir las comunidades y la naturaleza en los alrededores de sitios de producción de la Texaco.  La petrolera, hoy Chevron Texaco, perforaba centenares de pozos y abrió un número mayor de piscinas en donde depositaba las sustancias tóxicas producidas por la actividad durante su estadía de 26 años en el país.
Unos años después de que Texaco abandonara el país, unos 30 mil moradores de la Amazonía iniciarían un juicio por daños y perjuicios. Como es de conocimiento público, en febrero el juez Nicolás Zambrano de Lago Agrio dictó un fallo histórico contra la gigante petrolera al ordenar que pague una indemnización de 18 mil millones de dólares por daños ambientales, sociales y culturales.
El 19 y 20 de junio, tuve la oportunidad de participar en un “ToxiTour”. A continuación, un resumen de lo que aprendí.

Terreno de contradicciones
Guido por Donaldo Moncayo, de la Frente por la Defensa de la Amazonía, nuestro “ToxiTour” arrancó desde Coca y concluyó en Shushufindi. Al pasar por los centros comerciales de Coca, Sacha, Lago Agrio y Shushufindi, es difícil imaginar que, hace tan solo 50 años, estas ciudades eran selva virgen, territorios ancestrales de los Cofán, Siona, Secoya y otras nacionalidades indígenas.
Hoy, la región es un terreno de contradicciones. Contribuye hasta el 70 por ciento del dinero que ingresa a las arcas estatales, pero el índice de pobreza de los pueblos en los alrededores de los campos petroleros está entre los más altos del Ecuador. El noroccidente amazónico goza, por un lado, del mejor servicio celular del país y, por otro, sufre de la más alta incidencia de enfermedades graves. La tasa del cáncer en la Amazonía es superior en un 130 por ciento a la incidencia de Quito, según un estudio llevado a cabo en 2000 por el doctor Miguel San Sebastián. La frecuencia del aborto espontáneo es el 150 por ciento más que la de la capital.

Proximidad de la gente a la contaminación

altTexaco entró en el Ecuador por primera vez en 1958. Cuando abandonó el país en 1990, había extraído 1.500 millones de barriles de petróleo. Durante este tiempo la compañía perforó 339 pozos. La expansión petrolera en la Amazonía ecuatoriana era rápida y sucia.
Para poblar la región, el Gobierno ofreció incentivos en la forma de tierra. Y llegaron a la “nueva frontera” los colonos ansiosos de tener su propio terreno. Por eso, Ecuador es uno de los pocos países en el mundo en donde se puede ver un oleoducto a pocos metros de la puerta de una casa o un hoyo de aguas de producción al lado de una granja. No había ley ni control de ningún tipo. Según un estudio de 2003 por Adolfo Maldonado y Alberto Narváez, hay familias que viven a distancias menores de 500 metros del 60 por ciento de los pozos petróleos.
Cuando visitamos el pozo Lago 2, había una niña jugando en los alrededores, y en el río Shushufindi, una familia se bañaba y lavaba su ropa debajo de un oleoducto.

“El agua aquí no está garantizada”
En esta zona nororiental del Ecuador, hay 1.200 piscinas en donde la empresa depositó las aguas de producción, dos o tres para cada pozo perforado. En 1995, la petrolera invirtió $40 millones en la “remediación” de 128 piscinas, y el Gobierno ecuatoriano firmó un documento según el cual la compañía había cumplido con la limpieza del medio ambiente. Pero más de 15 años después, las piscinas siguen contaminando.
Para entender lo que significa estas piscinas, es necesario saber algo del proceso de producción petrolera, específicamente, la metodología que Texaco aplicó.
El petróleo sale de sitios profundos mezclado con agua. En tanques de separación, el crudo sube a la superficie donde es recuperado, mientras el agua que queda está llena de hidrocarburos, metales pesados y otras sustancias tóxicas.
En esta fase de producción, las petroleras tienen dos opciones: regresar, mediante un proceso de inyección, el agua a las profundidades de donde provenía o trasladarla a piscinas de desechos en la superficie de la tierra. Se prohíbe la segunda alternativa en Estados Unidos desde 1942. Sin embargo, la Texaco optó por ésta al iniciar la extracción petrolera en Ecuador en 1964, así ahorrando dos dólares por barril de petróleo producido. Esta cifra se convierte en una fortuna al multiplicarla por los miles de millones de barriles que la petrolera extrajo durante su estadía en el país.
El resultado: lluvia ácida por la evaporación del agua de las piscinas y contaminación de ríos y fuentes subterráneas por la migración de la misma.
“El agua aquí no está garantizado”, nuestro guía, el señor Moncayo, nos explicó, e indicó que mucha gente gasta la mayor parte del presupuesto familiar en agua embotellada.

Visita a dos piscinas
La Sacha 53 es uno de las 128 que la Texaco “remedió” en 1996. La “remediación” consistía en depositar unos metros de tierra encima del agua tóxica. La vegetación crece tan rápido en la Amazonía que se oculta la contaminación. O sea, el verde cubre el negro. De hecho, cuando el señor Moncayo cavaba un poco en la capa de tierra en Sacha 53, salió el crudo.
Nuestra última escala fue en el pozo Aguarico 4, perforado en 1974. Hay tres piscinas de agua de producción asociadas con el pozo. A unos metros del pozo está una piscina que no fue remediada. Está cubierto en helechos, planta que indica la presencia de contaminación: el petróleo tiene una cantidad alta de sal, y a los helechos les encanta la sal. Vacas y perros llegan al pozo a lamer la sal y de vez en cuando un animal desafortunado caerá en el pozo y morirá.
Cuando el señor Moncayo pisaba en la piscina al lado de Aguarico 4, la tierra osciló como si hubiera puesto el pie en un planeta extraño. Después metió un palo largo y salió embadurnado de petróleo. Cuando llueve, el agua drena por una tubería al río que se encuentra más abajo.
“Eso es una película de terror”, dijo.

Demandantes esperan el juicio final
Aunque el fallo del juez Zambrano que le cobró a Chevron-Texaco los $18 mil millones llegó al final de un juicio que duró casi dos décadas, los 30.000 demandantes, la mayoría de ellos campesinos indígenas, tendrán que esperar un poco más para el juicio final: Chevron-Texaco ha enjuiciado a los demandantes en una corte estadounidense, acusándoles de crimen organizado, o sea, una conspiración cuyo fin es el de sacar plata de la petrolera. La empresa alega, además, que no ha recibido un juicio justo en Ecuador debido a la corrupción de la función judicial.
El 7 de marzo, el juez Lewis Kaplan de Nueva York le concedió a Chevron-Texaco una suspensión del pago a los demandantes, hasta que la causa del fraude se presente en noviembre. 
Lo irónico del juicio entablado por la petrolera es que fueron los abogados de la Chevron-Texaco quienes querían enjuiciar el caso en Lago Agrio, y no en Estado Unidos.