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Editorial
By Los Editores

SIN BUENOS PROFESORES NO HAY EDUCACIÓN DE CALIDAD

LA ENSEÑANZA QUE NUESTROS HIJOS E HIJAS MERECEN

La inequidad en la educación se revela en el área rural. Las circunstancias para ir a la escuela han mejorado, pero, ¿la educación? ¿Los niños, niñas y jóvenes aprenden más? ¿Tenemos profesores entusiasmados que inspiran a sus alumnos, que les demuestran que aprender es un gozo, que no hay nada mejor que un buen libro, que expresarse por escrito y compartir sus pensamientos por este medio ofrece una satisfacción inigualable?
Es cierto que, en la mayoría de los casos, los estudiantes ya no tienen que caminar largas horas para llegar a los centros educativos. En parte, esto se debe a los esfuerzos de Defensa y Conservación Ecológica de Intag (DECOIN), cuya directiva ha gestionado fondos para ayudar con el costo de transporte de estudiantes que viven en comunidades alejadas de los colegios ubicados en los centros parroquiales. Además, el Gobierno da textos escolares y uniformes a los estudiantes. De hecho, dicen en estos tiempos que “la educación ya es de todos”. Incluso hay los colegios del milenio dotados de tecnología de punta y se ha escuchado la sugerencia de que se solicite uno de estos planteles para la zona. Pero antes de entusiasmarnos demasiado por esta novedad, vale la pena una reflexión sobre el tema. 
¿Qué es más importante para una buena ecuación? ¿Es el número de estudiantes en el aula, los textos bonitos y la tecnología moderna? Sin duda, estos elementos juegan su papel. Tiene que haber un límite en el número de estudiantes por aula. La profesora que intenta enseñar a cuarenta, cincuenta, sesenta o más niños o jóvenes está condenada a fracasar. Cuando hay demasiados estudiantes, es imposible que la profesora le dé a cada uno la atención que merece, que identifique y trabaje con los que tienen dificultades de aprendizaje, que preste atención al estudiante que da señales de estar preocupado o en “otra onda”. En pocas palabras, esta situación es fatal para la salud mental y emocional de la docente y para el crecimiento intelectual y sicológico del alumnado. Asimismo, los textos deben ser actualizados y de lectura amena. Y la tecnología juega un papel, aunque su importancia ha sido sobredimensionada. Lo que es más, se ha notado, en nuestro Info-Centro, que los y las estudiantes pasan mucho tiempo adornando sus trabajos con marcos y gráficos llamativos mientras los contenidos tienen señales de haber sido elaborados al apuro o copiados. De hecho, se tiene la sospecha de que los jóvenes están mil veces más hábiles en manejar la tecnología que hace posible estos efectos visuales que en leer, investigar, analizar, sintetizar y llegar a conclusiones bien sustentadas en datos verificables, o sea, en el pensamiento crítico que mencionamos al inicio de esta reflexión.

 


Y es que lo primero –el manejo de una computadora– es fácil de aprender comparado con el pensamiento crítico, un proceso muchísimo más complejo que requiere el acompañamiento de una buena profesora o un buen profesor. Es ésta la persona que determina el adelanto académico e incluso afectivo de sus alumnos. La profesora es una fuente de conocimientos, un punto de referencia y un reflejo de la imagen del propio alumno. Ésta es la conclusión a la cual han llegado todos los estudios en el campo.
Entonces, ¿qué podemos esperar de los alumnos a cuyo profesor no le gusta leer, es violento, no cumple con los horarios, llega a la clase sin haber preparado las lecciones del día y, para colmo, llega malgenio? Muy poco.
La habilidad para enseñar es innata. Requiere las ganas de inspirar a los y las estudiantes, de investigar, de educar y de una buena formación. Nada es más importante que formar buenos profesores. El problema es que muy pocas de las mentes más brillantes del país optan por la enseñanza. Hay un dicho que resume este hecho: Los que pueden, hacen; los que no pueden, enseñan. Es una carrera muy desprestigiada y mal remunerada. Para complicar la situación, con frecuencia los profesores menos preparados enseñan a los estudiantes con más necesidades. Los profesores menos entusiastas van a los sitios que necesitan más apoyo educativo. Se vuelve un círculo vicioso de deficiente educación y profesores poco motivados. ¿Las consecuencias? Investigaciones muestran que niños con buenos profesores durante por lo menos dos o tres años salen adelante con más facilidad, no importa que pase luego. Pero los que tienen malos profesores, aunque sea durante apenas dos años lectivos, no recuperan nunca lo perdido por culpa del docente.
Y, ¿qué futuro le espera a una comunidad cuyos niños y niñas tuvieron por siete años seguidos un profesor pésimo en una escuela unidocente. Estos son los profesores que no exigen a sus alumnos porque ellos mismos tienen poco que dar. Además –y esto no es un secreto para nadie– acá los maestros trabajan sin un control sobre horarios y resultados.
En los sistemas educativos exitosos, como el de Finlandia, la profesión de profesor es una de las más reconocidas, especialmente por el Gobierno. Las condiciones para la educación son favorables y los salarios son dignos. También, forman a sus profesores de manera permanente mediante oportunidades para el desarrollo profesional y personal. A cambio, los profesores son exigidos, trabajan duro, son evaluados periódicamente y se hacen responsables por los resultados de su trabajo. Y un detalle muy interesante: en las escuelas de Finlandia existen muy poca tecnología. No hay una computadora para cada niño y niña sino una por aula. Sin embargo, el sistema de Finlandia sale en primer lugar, año tras año, en la evaluación de los mejores sistemas educativos estatales del mundo. De hecho, casi todo el mundo matricula a sus hijos en los planteles públicos y casi no existe escuelas y colegios particulares. Lo que es más, cada vacante para profesores es disputado por, como mínimo, diez docentes.
El Ecuador tiene otras condiciones sociales y económicas, pero la educación pide a gritos mejoras urgentes. La excelencia en los docentes es clave para lograr la educación con calidad y calidez, como el Gobierno promueve en estos tiempos. Es el cuerpo docente cuya responsabilidad principal es la de cambiar hábitos y gustos. Por ejemplo, los ecuatorianos leemos, como promedio, apenas tres horas por semana, de acuerdo a una investigación reciente del Ministerio de Cultura. En cambio, pasamos muchas horas más frente a la televisión, un aparato bien llamado “caja de idiotas”.
Por suerte, hay iniciativas locales que inspira esperanzas. Hace unas semanas, nos enteramos de la existencia del club de periodismo del Colegio José Manuel Peralta en Peñaherrera. De hecho, nos solicitó una cita el profesor Carlos Galarza. El club cuenta con 25 jóvenes. En vista de la estrechez de la redacción del Periódico, el profesor Galarza y la psicóloga Verónica Encalada nos visitaron con sólo diez de los miembros del club de periodismo. Los educadores proponen acercar a los estudiantes a la realidad. Para este fin, aprenderán el oficio del periodismo y pondrán en práctica estos conocimientos mediante su colaboración con el Periódico INTAG. A partir del próximo número, esperamos tener por lo menos una página dedicada a las notas y artículos de estos jóvenes. El entusiasmo, tanto de las y los jóvenes como del profesor y la psicóloga, nos contagió a los miembros del equipo del Periódico.   
Esperamos que este ejemplo se multiplique por toda la zona. Que mediante lo que pasa en el aula y durante las horas fuera de ella, dedicadas a preparar lecciones y dirigir actividades extracurriculares, los y las profesoras demuestren a sus estudiantes que cada uno es un ser valioso que merece una educación de primera.